viernes, septiembre 29, 2006

La voz de la tierra

En aquel momento una vibración pausada recorrió mi cabeza, un sonido profundo estaba atravesando mis oídos. Era una sensación nunca antes experimentada, un sentimiento especial, como algo que entra hasta el interior de ti y luego sale dejando una especie de estela que dura solo unos breves instantes. En ese momento estaba cantándome la madre tierra, su voz grave me acariciaba dándome la oportunidad de sentir el calor de sus inmensas y brillantes manos, me acogió unos segundos en su regazo. Descubrí entonces que solo existen dos caminos para oír a nuestra madre azul, cuando el viento suena entre las ramas de los arboles emitiendo agudos y fantasmales cantos y cuando sopla por dentro de las mismas ramas lejos de su árbol. Sus cuerdas vocales son de madera, los arboles son los hijos del amor entre el sol y la tierra, sin uno de los dos, no existirían. Es fantástico dejar que ella cante a través de ti, solo puede hacerlo si formas una pieza con sus cuerdas, te hace descubrir movimientos internos que solo ella conoce, su voz sale desde tu garganta, desde tus pulmones, desde tu estomago, tu propia voz y tu espíritu, tu cuerpo entero llega a formar parte de su canción. El didgeridoo o yidaki no es un tubo, tampoco es un instrumento de viento, es el único camino para que la tierra cante junto a ti. Hace algún tiempo que en Freedomland también habla nuestra tierra.